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MI MIEDO A PERDERTE

Me hice el desentendido. Fingí no verte pasar unos metros cerca de mí, mientras me obligaba a reprimir todos mis sentimientos por ti.

 

Me dolió la noche anterior el haberte dicho esa mentira.

Pensé que iba a perder esa amistad y ese amor que estaba naciendo y que brillaba de nostalgia.

Quería ser antes tu gran amigo y luego tu gran amor porque no quería ser como esos que pasaron por tu vida y que ya no te recuerdan.

Quería contarte mis miedos, mis demonios y mis sueños, y que me revelaras lo mismo.

Me sentí mal por decirte esa mentira, por no haberte dado ese beso, por no ser ese que disfruta de tu sexo en su alcoba.

 

Quería bañarme contigo, dormir contigo.

Todo lo maravilloso de la vida quería compartirlo a tu lado, sin dramas ni medidas.

Pero qué desgracia es mi vida, qué impotencia es querer y no poder.

No poder estar con quien se ama y tener que conformarse con amar a medias unos cuerpos vacíos

para evitar estar solo y fingir que te olvidé.

 

—¿Quieres venir a mi casa? —preguntó ella.

—No, hoy no podré ir —le respondí.

Mientras me moría por dentro por tomar tu mano, acompañarte y nunca irme de tu vida.

Tenía tanto miedo de perderte, de no decepcionarte y perder esos sentimientos que habían florecido en ti aquel día en que nos miramos a los ojos en ese parque.

Todo lo callé durante años desde el primer día que te conocí.

Envidio a tu primer amor, al hombre por el cual lloraste,

envidio a todos los que han besado tus labios, envidio al padre de tu hijo y a tu amante.

Te fuiste de ese lugar sin decirme adiós, como si nunca hubieses estado ahí.

Y a pesar de los años, sigo recordando tu voz, tu risa y tu decepción.

Sigo recordando tu voz, añorando que te acompañara a tu casa mientras camino las calles que llevan a tu partida.

 

Me quedo con tu valioso recuerdo, con los sentimientos y las palabras que nunca te confese al oido. Me quedo con la agonia y el deseo ardiente de conocer el sabor de tus labios, de tus besos. Me quedo con el recuerdo de no desear verte en los brazos de aquel rubio de la kermes, y de tu tu silueta a metros de distancia de mi anhelo de alcanzarte para hablarte y acompañarte de camino a casa.

 

Lo tengo bien merecido... Tuve miedo de perderte y te perdí.