Crepusculares.
Acaso sería posible... ¿Tal vez?
vendado ver la lluvia caer.
En el desierto de mi abismo,
seguramente yacería incrustado sobre el mármol,
en estática reminiscencia,
Se han clavado las espinas,
de la rosa en la suave mano sangrante,
escurriéndose luz de la niña mujer.
pétalos deshojados gravitan,
en trémula e incontenible sensación.
Bajo el peso del crepúsculo callado,
de sus cabellos empapados por la llovizna,
de la cascada de pesares desciende,
mientras seres humanos en afligida procesión,
portan velas hacia el ocaso cuesta abajo,
evitando se extingan como sus vidas.
Los rostros se han vuelto de piedra,
el corazón se ufana de ello.
Luciérnagas acompañan el cortejo,
la laguna en sus alas fulgura.
Como lágrimas dejando huella,
secándose en el péndulo atemporal,
las horas de pesar una tras otra,
en hileras postreras les diviso,
arrimado a la senda del vomito negro.
El infierno es un glacial de pesadilla,
los invitados indeseados buscan la salida,
se arrastran atropellándose,
más la niebla les regresa a la ciudad
¡ Vaya que magnífico gentil panorama !
En la ciudad de los lamentos eternos,
se tortura en la oscuridad a estos intrusos.
El frío acaricia y besa la piedra,
lastimando pies cansados,
se han enraizado no pueden proseguir,
¿ O es que acaso ya no puedo más ?
Sin rumbo, sin consuelo, sin travesía
errante al lado del oscurantismo sin fin,
El rubí brilla a la luz de la luna cortante,
sus espinas son ya navajas en la vena.
Umbrátil, envuelves con tu manto tul,
los latidos en guerra y clamor,
sofocados en tus dominios de terror y locura.
Apóstatas eufóricos te reciben,
sin tregua buscan la niña mujer.
Pretenden obligarla con desdén,
se entregue con lujuria y llanto
finalmente, ante tal acto, el hastío.
Ella, con sus manos ensangrentadas,
sutura así misma, sus heridas.
Toda sucia toma su rosa
en la distancia busca mi amparo.
Pues sabe que le ayudare
le hice un juramento
pronuncie “ Para siempre ”
así duerme feliz en mis brazos,
mientras la sangre va rauda hacia nuestra laguna,
su respiración nuevamente roza con la mía.
Hasta que nuestras luces se apagan,
abro los ojos entre espinas carmesí.
Elthan.