Nos vimos una tarde,
en plena primavera,
mis ojos se nublaron
al ver tu tez morena.
Bajabas, recorriendo,
sin prisas la alameda,
y tú me saludaste
y yo seguí tus huellas.
Y así me conducieron
tus pasos a la arena,
extraño magnetismo,
mis ojos en tus piernas.
Evoco aquel instante,
buscando a la princesa,
creada entre los sueños
de un niño y su poema.
¡Qué verso más hermoso
yo vi con las mareas!,
las olas con su manto
lucían tu melena.
Y así nos conocimos,
soltando nuestras lenguas
y hablamos de mil cosas
ajenos a la aldea.
Hoy vuelvo a aquel paseo,
te veo y me recuerdan,
tus ojos las sonrisas
tan dulces y tan tiernas.
Vivimos otro tiempo
dejando el alma abierta,
al canto de los cisnes
de aquella edad tan nuestra.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/05/24