Contempló la marea
que llegaba a la playa,
con las olas y coros
de la firme resaca.
Escuchaba, extasiado,
a la voz de las aguas,
susurrando salitres
con corales y algas.
Una vieja trainera
dormitaba en la playa,
descansando, sin duda,
de mil duras batallas.
Contra el mar solo hay remos
y unas velas gastadas,
que el marino las usa
cuando el viento las larga.
Mientras tanto los remos,
son la fuerza que manda
a la quilla que rompa
esas notas que cantan.
Esto piensa el anciano
de pobladas pestañas,
con el rostro curtido
y sus manos cansadas.
Ya los ojos se animan
con la brisa que calma,
y hasta el cielo sonríe
al canal de la barra.
Y desfilan los botes,
con anzuelos y cañas,
a ganar la partida
de una pesca cercana.
Hay lubinas y mubles,
con doradas y cabras
esperando al gusano
en el cebo y carnada.
Un suspiro, a los labios,
de su boca se escapa
y el anciano se vuelve
a la aldea y su casa.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/24