Patricia Aznar Laffont

Nombre (cuento)

     La senda que recorría en su parpadear constante recreaba un paisaje ajeno, distante y desierto, tan árido y raro como una playa lejana e imaginaria.

     En realidad no sabía cuánto tiempo hacía que caminaba. Era su ser, su cuerpo aterido de conciencia o inconciencia y el mismo y lerdo paso que en compases apuñalaba el silencio que lo rodeaba.

     No entendía cómo o de qué manera había llegado allí. Pero seguía caminando sin saber del querer enterrarse en ese camino brumoso y casi inalcanzable.

     ¿Quizás era que buscaba una tierra lejana?¿ O se buscaba a sí mismo?

     No lo sabía pero sus pies desnudos y llagados continuaban como podían andando.

     Entre arenas y aberturas extrañas recordó en su mente obnubilada ese arbusto seco que mutilaba el paisaje que de pronto comenzó  a abrumarlo.

     Sintió el destierro.

      Sintió el anonimato de ser quizás un hombre o sólo un ser perdido e inexistente.

      Sintió la nada, sintió  que caminaba sin rumbo en un túnel de chapas oxidadas por los tiempos.

     La ceguera de su mirada estallaba entre metálicos  brillos que aumentaban la sed y el hambre, la desnudez de su cuerpo que ardiente tiritaba.

     Supo de pronto, enjaulado en sus propias murallas de humanidad, que ese arbusto seco era su propia  memoria.

      Supo en un instante, en un preludio de conciencia, que podría hablar en su mudez con su propio pasado. Pero fue sólo un instante de lucidez. Luego lo envolvió nuevamente la noche.

     Las paredes del túnel de pronto se pusieron a danzar y a retroceder a una distancia casi cristalina y allí fue que por fin encontró la realidad de lo que estaba buscando: Era su nombre.

     Buscaba entre tiempos y espacios largamente recorridos, su propio nombre.

      Buscó entre los bordes de sus cenizas la memoria y no  lo recordaba, buscó un indicio, buscó esa fuerza encendida de oler el aroma fresco del ser primero y no lo halló.

      Supo que no  lo encontraría nunca.

      Fue entonces que ecos y sonidos acribillaron su ser, su camino en destierro.

      Y fue ese el  último  pensamiento.

      Un nombre, un nombre errante, desconocido y ausente.

      Un féretro vacío en medio de la nada y el ulterior placer de  morir sin saberlo.

 

                                                                                                                            (Patricia)