En la noche eterna y oscura,
Contaba los segundos con hambruna,
Como un ciego que conjura,
Su alma inoportuna
Ante esta vida infortuna.
Una desgarbada figura,
Se abalanzó contra mi cintura.
Y con las voces de una jauría,
Sobre mi ser dictamina.
No puedo entonces hablar,
Mientras escucho mi sentencia
Es culpa de mis antepasados la inclemencia,
Y por causa de su irreverencia,
A esta vida he de abdicar.
La vetusta y abandonada tierra
En la que ahora erijo mi túmulo
Fue una vez trastocada por la guerra.
De la cual ahora sólo veo de carne, cúmulos.
Ante el preámbulo del día,
La figura me atavía,
Con su mano me inmiscuía
La mente que ya era una estancia vacía.
El hombre queriendo ser dios,
Lanzó sobre el páramo, los dados
Volviendo de este mundo, el Seol.
Mis huesos cayeron por efecto dominó,
Algún carroñero me devorará los sesos.
Con cierta sorna confieso
“Que los vientos alisios a mi alientoL
leven en ellos, impreso”.