En la profunda oscuridad de mi ser,
reposa la sequedad de un alma perdida,
como un eco de soledad malherida,
que en el silencio busca comprender.
Árida tierra, sin lluvia, sin querer,
sediento corazón que ya no espera,
en la penumbra, su luz desespera,
anhelando una lluvia que pueda renacer,
que, en la sequía, el alma pueda ver,
la esperanza brotar, en tonta y vana espera.