Cuando me salga de ti
cuando rompa el cerco
que me tienden tus brazos,
no intentes retenerme.
Hazte a un lado,
quédate fija, inmovil.
Una parte de mí quedó impresa
en el llanto enjugado en tu pañuelo.
No me busques en una lápida.
Me ocultaré junto al sol en cada ocaso,
búscame entonces al romper el alba
en la brisa que mueve los naranjos.
Yo haré camino despacio, lentamente,
hasta encontrar un lugar para esperarte.
©René Dayre Abella