Si acaso, dos pinceladas de resquemor
para que el corazón siga latiendo
y la sangre hierva sin remordimiento,
y un penitente silencio de ángel funerario,
memoria de una noche que fue casi abismo.
Finjo que no hay recuerdos, y trato de crecer
desde esta mudez animal que me devora,
desde esta vigorosa soledad y su embestida.
El viento arrastra las hojas hasta perderse,
y luego regresa con una herida, como un sofoco
del mar, por donde jamás ha de brotar la sangre,
que acallo y oculto en los claustros donde mi sombra
se disfraza de luz enamorada, aquí sobre tu nombre
con vocación de anónima gaviota siguiendo la estela
de los barcos. Aún caliente la tinta sacrificada,
y bajo el guiño cómplice de la luna en el órdago
del tiempo, escribo poemas de amor a una extraña.