Porque en Córdoba has nacido, y la gloria
de su río ha mojado tus raíces,
se enredan en tu lengua sus matices
y en tus ojos, semblanzas de su historia.
Tus cabellos esparcen la memoria
de tiempos de esplendor, días felices
lejanos, que dejaron cicatrices,
y un legado de orgullo y de victoria.
Califal, la actitud que hay en tu frente
cuán moruna es la luz de tu mirada.
Tu gracia es la cascada de una fuente.
Y el sentir de tu esencia derramada
se filtra en mis entrañas dulcemente.
¡Oh diosa en el Olimpo proclamada!