Volemos por los campos
buscando los suspiros,
dejados por las flores
en días tan floridos.
Hay cantos de las aves
que llegan, con sus trinos,
al alma de las gentes
y alegran sus oídos.
Dejemos que las aguas
desciendan con sigilo,
por cauces y barrancos
en busca de los ríos.
Hagamos que la sangre
aumente sus latidos,
dejando en nuestros cuerpos
la esencia de los niños.
Aquellas travesuras,
los juegos tan bonitos,
las juergas de las tardes
y ratos que se han ido.
Hoy queda la esperanza,
volver y descubrirlo,
el mundo aquel, sublime,
amado y bien vivido.
Volemos por los campos,
los cielos infinitos,
encima de unas alas
que arropan con su abrigo.
Dejemos los recuerdos
de sombras y sin brillo,
volemos a los brazos
con sueños de los niños...
Rafael Sánchez Ortega ©
17/05/24