Jeronimo Quijano

El asedio del comandante ciego

Ahora estoy medio consumido por preguntas a medias y dudas que completas llenan mis más profundos calabozos de incesante fantasía. Todo un mar de dudas y tempestades repletas de inseguridades ante la palpable realidad de la desinformación y reacciones diversas. Dejé de ir ahora, la verdad huyo un poco de ahí. Me inunda una inseguridad enfermiza, me está carcomiendo el pensamiento, no me deja el corazón, lo subyuga ante la presión de la duda que marca mi cegada visión. El minutero corre, los segundos se pasman y las horas calladas están, arrodilladas ante la ensordecedora locura del tic-tac de su reloj.

 

Pienso en mí como fuente insuficiente de felicidad, como ser insulso ante la verdad, como mente inerte que respira con dificultad, como asqueroso conjunto de todo lo que creo no ser. Todo me invade, soy un castillo lleno de fortificaciones aledañas bajas y lejanas que se chocan, se equivocan y se unen a la marca del compás de mi pensar. Oscuro vórtice que transforma todo a su paso, soy la fortificación que espera ser invadida ante la vista a medias de su conquista. Está en medio del asedio, una guerra de guerrillas está ocurriendo en sus campos de lirios blancos, están siendo machacados. Sus soldados de papel mojado caen ante el viento, el peso lleno de malestar que viene del comandante ciego mancha los lirios con pesados delirios, sueños a medias y castigos impuestos por ellos mismos.

 

Todo se torna más oscuro, más gris. El comandante ciego entre los brotes de sangre pura se esconde, gritando llama mi atención. No sé dónde están, los vástagos de mi huerto asustados están, todos los defienden, no dejarán que mueran. Los vástagos subyugados por el miedo están, el comandante ciego los azota con su lejana presencia, mientras yo, impotente e imprudente, dejo que las puertas de mis murallas se abran más y más. El umbral de mis entradas ensangrentadas están, mis largos pasillos de música y danza desolados se encuentran y mi asedio pronto terminará. El comandante ciego terminará pronto su cruzada, beberá la savia de mis vástagos para darle el cuerpo sin vida al miedo, al tiempo, a la vida y a la muerte. Pero solo uno de ellos los querrá... ¿quién será el verdadero traidor que me dejó a merced de mí mismo?