Aquí, a los pies de nuestra antigua y cálida morada
Contemplo silente las ardientes ruinas de nuestra esperanza
Sin lagrimas, sin posesiones, solo con las penas del tiempo
En completo duelo, abandonado en la oscuridad de mis ojos.
Muertos nuestros amores, en los albores de la infancia de aquellos
Enfermos, imperfectos pero siempre cuidados y amados
Fallecieron por el frío y el tedio de un crudo y perenne otoño
Donde tu buscabas rosas, y yo detenía, contra todo, el tiempo.
No fueron los deseos de nuevas primaveras nuestros deseos
No fueron los fuegos de hogar nuestros fuegos ni calor
No era aquella la curiosidad con que debíamos conocernos
No era aquel amor tan distante como debíamos amarnos.
Y ahora tu, sombra perdida, lejana de las humeantes ruinas
Ausentada esencia que partiste en el silbido de la negra noche
Impones a un hombre en luctuosa pena y solo con sus callosas manos
Hacer de aquellos, nuestros fenecidos pasados, funeral, eulogio y entierro.