En cien versos de dolor y anhelo,
mi alma llora tu ausencia, mi amada,
recordar tu aroma es el dulce consuelo
de sentirte cerca, aunque estés alejada.
En soledad y silencio, te amo,
pues solo así me perteneces.
Cada noche en mis sueños te llamo,
donde nuestros corazones florecen.
El olor de tu cuerpo, perdido,
es buscado por el mío sin cesar.
En este íntimo y triste latido,
sólo en mis sueños te puedo abrazar.
Allí, en el reino de lo etéreo y sutil,
nuestro amor no conoce final ni fin,
y en ese abrazo eterno y febril,
sé que siempre serás sólo para mí.
Y así, el amarte se transforma en espera,
espera del siguiente sueño, del siguiente aliento,
de otra vida donde el soñar no sea quimera,
sino el puente de amor entre tu aroma y mi amor en espera.