Alberto Escobar

Una sensaciĆ³n

 

No toda causa 
es motivo. 

 

Me arremangué en la fuente.
El agua fría, el día lluvioso, unas gotas
cayendo desde el pelo a la espalda, 
la ropa recién lavada, ceniza colada,
la cesta sobre la cabeza calle abajo,
el empedrado del firme me dañaba
la planta de los pies y sus junturas,
los huesos gritando tregua, y yo, 
con la guerra sonando en el cielo,
cumplo con lo establecido, una familia,
un marido tullido por una bala, dos niños
sin colegio porque los libros sucumbieron
al peso de unas bombas, y yo, soportando
todo el peso de una circunstancia aciaga. 
La piel de las manos casi no está ya, el frío
se ha ido comiendo su trama de colágeno
y parénquima y la carne, detrás, indefensa
al rigor ambiente, va amarronándose triste,
gangrenándose sin remedio ni panacea,
y esa muerte que se avecina la tomo, ahora,
como una puerta de salida, un alivio, no puedo
más con toda la carga, soy un Sísifo rendido. 
Escucho a mi espalda una ráfaga, los niños
están recibiendo clases en casa de Amalia,
voy a recoger corriendo la ropa, tenderla
y correr hacia allí, no sea que alguna bala
perdida me quiebre el alma en ellos, no, 
lo que me faltaba para acometer el suicidio
que desde hace unos días me ronda la cabeza.
Espero que todo sea una sensación, una angustia pasajera.