Bajo las sombras claras de los calendarios,
he soñado por mucho tiempo,
hasta que las imágenes en el viento,
se convirtieron en ideas claras,
imágenes de mí mismo,
consumadas en mi conciencia,
de ojos abiertos sin reproches por el tiempo,
sin miedos ni silencios.
Nada más simple, que yo mismo,
implacablemente sustancial y originario,
sin excesos, sin angustias,
acariciado dulcemente por las manos de un niño,
transformando mi rostro en el de un joven lozano.
Nada más simple que una vida sin preguntas estentóreas,
sin recuerdos como lágrimas, inmutables y frías,
sin manos desgajando los sueños,
como en una ceremonia de muerte.
El tiempo persiste en blanquear los cabellos,
desvaneciendo el fantasma de la soledad y el miedo,
situando en mi conciencia la serenidad del tiempo,
que devela los cuadros de la realidad,
y cierra los párpados sombríos y sordos,
aferrando mis labios a la sonrisa y el beso,
sacudiendo mi alma para reanimar el paso,
oprimiendo mi pecho con la dulzura de un abrazo.
Bajo las sombras claras de los calendarios,
descubro el placer del sol en mi rostro,
la tibieza del suspiro alimentando el consuelo,
una luz en mi interior en alabanza a la vida,
gozando la plenitud maravillosa de amar y ser amado,
en la prístina claridad de cada mañana.