Cierto, mi tiza se acorta,
debería asestar
un último golpe
en el horizonte.
Lo que quise y he querido
se reduce, cabe en un hueco
de ardilla, en el cascarón
del huevo de codorniz.
Con buena suerte
tendré mi Auschwitz
y del horno sacarán
ceniza de trescientos
desesperados
que crepitaron antes.
Con mala suerte
me dispersan en la Manche,
y la ventolera ciega-involuntariamente-
a guardianes de la Costa.
A lo máximo, tres ciegos cierran
el truculento cachivache
que ulula bajo aguacero.
del poemario Dulce Apocalypsis