Angel Rafael Anaya Puerta

HASTA LUEGO, HIJO MÍO

Hasta luego, hijo mío, el viento susurra tu risa

Tu luz en la oscuridad se esparce, brillante y encendida

Tu silueta tierna se mueve al son de la brisa,

Pronto te has marchado, pero allí no acaba tu vida.

 

Cada rincón de nuestro hogar guarda tu esencia,

Y aunque ya no estés aquí, tu amor en mí no cesa

Hijo mío, aún no me acostumbro a tu ausencia,

Levanto mis ojos a Dios y le pido mucha fortaleza.

 

Tus pasos resonaban como un canto de esperanza,

En los días más oscuros eras faro y templanza

Tu sonrisa, un sol que iluminaba mis mañanas,

Y tu voz en el silencio, cual alegres campanas.

 

Hoy el Padre te recibe, en sus brazos te sostiene,

La tristeza tétrica pesa, como piedra en mi camino

Y aunque en mi corazón quedas, con recuerdos que entretiene

Tu amor fluye y fluirá cual manantial divino.

 

Hasta luego, hijo mío, en mis sueños te hallo,

En cada flor que despunta, en cada brisa que sopla

Encuentro el valor y la fortaleza cuando a solas desmallo,

Cortes celestes susurran tu nombre y mi alma reconforta.

 

Viviste como un héroe, sin capa ni corona,

Pero con el corazón valiente que en mi memoria entona

Notas magistrales, diáfanas y sublime,

Que en el silencio de la noche al Dios eterno gime.

 

No es un adiós eterno, sino un hasta luego sincero,

Porque en cada paso mío, en cada sueño y anhelo,

Tu recuerdo me acompaña, hijo mío, siempre eterno

En el recuerdo vivo, en el amor más puro y tierno.

 

Hasta luego, hijo mío, en mi pecho llevas tu hogar,

Hasta el día que nos reunamos, donde el cielo y el mar,

Hagan de tus recuerdos un faro, que ilumine mis días de soledad,

Y tu amor, la llama que enciende la antorcha de la felicidad.

 

Autor: Ángel R. Anaya Puerta

El Ángel de los sueños

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