Margarita García Alonso

Dulce Apocalipsis

Dulce Apocalipsis

ven,

ponme

de nervios.

 

Desmiente que eres

asalariado de la zona oscura,

 

que te escuchen

las ovejas suicidas

del acantilado.

 

Estoy por dispersarme,

en la noche caos,

al amanecer confusa,

cada mediodía

orden contrariado

por desorden,

 

y a la inversa,

ecuaciones simples,

desequilibrio,

obsesiones,

-la mano cae

sobre la mesa,

el pie sin tierra cojea-

llama a esto depresión

instantánea

cuando es barco

que rompe cartografía

de vértigo sin bandera.

 

Acabé misión,

sobrepasé la cuota

de feto a término.

 

La Luz me acompaña,

la luz negada en la infancia

surca el cristal

sucio de la ventana,

y dicta que hubo error,

absoluta equivocación

en la estrategia.

 

Quizás fui componente

insano, truculencia de ángel

en diversas cuánticas,

sin rostro, sin voz.

 

Luz y voz que sostengo

y me sostiene. No inclino,

obsequio venas

a soldados de doble alma,

hoy conmigo, mañana

contra lo que soy,

 

rampante, presa

de agobio,

regalo lanzas

para perforarme

 

y siento al instante

que corre sangre del pezón

al pie y mancha

a los que poseen

estructura,

 

en cualquier plano vulnerable,

desvalida, pero dentro el fuego

que enciende tu corazón,

 

aprovecha la expiración,

contamino a repetidores

que dulcifican en potable navideño

este rugido de amor.

 

Hermoso verso, -repiten-

se acopla a un segundo

de muerte-testifico,

sin mencionar fuente.

 

Observo con parsimonia,

ganan, patean

la espalda del querubín y

 

horrorizada desciendo

 

como cualquier ángel fastidiado

aparezco a destiempo,

entre tu tiempo y mi tiempo

frontera de aguaceros.

 

En el Inter espacio alpargatas

úvulas recubiertas,

lengua correcta:

sujeto, verbo,

prefijo, sufijo,

parafernalia absolutamente

estancada que imita

racimo de uva,

viñedo ebrio,

recubierto de pepitas de ají.

 

En el mástil, el trepador

con su mantra

repite cántico profano

hasta que aparecen ovejas

y corean be bee be.

 

En un cuarto insonorizado

reduzco Patria a fórmula

de molesto viento,

 

entre el colon y el apéndice

de este libro, el anus horrible

de esta época.

 

Estoy demente- afirmo

poco convencida, impaciente -

triunfan los sometidos

a la estrecha línea Braille.

 

Tócame, anda ven, tócame,

estoy ciega de no verte,

no distingo letra, analfabeto,

tampoco abandono contienda,

pero necesito salir de la lista negra.

 

Tacha mi estancia en el condado,

tiene razón el enemigo,

no va a alistarme.

 

Demasiadas nubes

a ras de techo cuando

busco estrella

en el papel rosado

del retrete,

 

el ambientador con olor

a jazmín no purifica,

 

entre salpicaduras

queda en la taza

algo de martirologio

archi- explotado,

 

en desuso, como si

mencionara en latín

arcānus, humānus, urbānus,

Rōmānus, Spartānus, Troiānus,

Āfricānus, Claudiānus,

Cornēliānus, Tulliānus,

 

escribo con letra minúscula de trinchera,

para el mismísimo Espíritu Santo.

Desde que nací,

la intención es más grande

que mi fuerza.

 

Desespera, no abandono

artefacto. Mi esqueleto

navega de medio lado

cual chatarra flota

en el universo,

 

mas evito escándalo

en el paladar

de comida barata

de la Literatura cubana.

 

Contrariada del desastre

planto laboratorio en el reverso

no fotografiado

de la montaña,

 

en general quiero sexo,

pero finjo dormir profundo.

 

No hay remiendo

para costurón herido,

da igual, ¿a quién

importa si confieso,

que te necesito?

 

Germina geranios

mientras trituro

cristal de ojo.

Sacrifícate, inútil,

gasto palabras y solo

obtengo un pomo de polen.

 

Chapoteo el cromosoma

divergente: no grupo,

no ateo emancipado en

la insalubridad

del refectorio moral,

 

solo a ti imploro:

entra, golpea,

niégame tres veces,

fragméntame.

 

Es la hora, comienza

el dulce Apocalipsis,

sucumbo.

Fue un placer

no parecerme,

no identificarme

con- ti- ¡go!

 

Si te salvas,

sube al tiovivo y gira,

          gira

con los muertos.

 

Del poemario Dulce Apocalipsis