Dulce Apocalipsis
ven,
ponme
de nervios.
Desmiente que eres
asalariado de la zona oscura,
que te escuchen
las ovejas suicidas
del acantilado.
Estoy por dispersarme,
en la noche caos,
al amanecer confusa,
cada mediodía
orden contrariado
por desorden,
y a la inversa,
ecuaciones simples,
desequilibrio,
obsesiones,
-la mano cae
sobre la mesa,
el pie sin tierra cojea-
llama a esto depresión
instantánea
cuando es barco
que rompe cartografía
de vértigo sin bandera.
Acabé misión,
sobrepasé la cuota
de feto a término.
La Luz me acompaña,
la luz negada en la infancia
surca el cristal
sucio de la ventana,
y dicta que hubo error,
absoluta equivocación
en la estrategia.
Quizás fui componente
insano, truculencia de ángel
en diversas cuánticas,
sin rostro, sin voz.
Luz y voz que sostengo
y me sostiene. No inclino,
obsequio venas
a soldados de doble alma,
hoy conmigo, mañana
contra lo que soy,
rampante, presa
de agobio,
regalo lanzas
para perforarme
y siento al instante
que corre sangre del pezón
al pie y mancha
a los que poseen
estructura,
en cualquier plano vulnerable,
desvalida, pero dentro el fuego
que enciende tu corazón,
aprovecha la expiración,
contamino a repetidores
que dulcifican en potable navideño
este rugido de amor.
Hermoso verso, -repiten-
se acopla a un segundo
de muerte-testifico,
sin mencionar fuente.
Observo con parsimonia,
ganan, patean
la espalda del querubín y
horrorizada desciendo
como cualquier ángel fastidiado
aparezco a destiempo,
entre tu tiempo y mi tiempo
frontera de aguaceros.
En el Inter espacio alpargatas
úvulas recubiertas,
lengua correcta:
sujeto, verbo,
prefijo, sufijo,
parafernalia absolutamente
estancada que imita
racimo de uva,
viñedo ebrio,
recubierto de pepitas de ají.
En el mástil, el trepador
con su mantra
repite cántico profano
hasta que aparecen ovejas
y corean be bee be.
En un cuarto insonorizado
reduzco Patria a fórmula
de molesto viento,
entre el colon y el apéndice
de este libro, el anus horrible
de esta época.
Estoy demente- afirmo
poco convencida, impaciente -
triunfan los sometidos
a la estrecha línea Braille.
Tócame, anda ven, tócame,
estoy ciega de no verte,
no distingo letra, analfabeto,
tampoco abandono contienda,
pero necesito salir de la lista negra.
Tacha mi estancia en el condado,
tiene razón el enemigo,
no va a alistarme.
Demasiadas nubes
a ras de techo cuando
busco estrella
en el papel rosado
del retrete,
el ambientador con olor
a jazmín no purifica,
entre salpicaduras
queda en la taza
algo de martirologio
archi- explotado,
en desuso, como si
mencionara en latín
arcānus, humānus, urbānus,
Rōmānus, Spartānus, Troiānus,
Āfricānus, Claudiānus,
Cornēliānus, Tulliānus,
escribo con letra minúscula de trinchera,
para el mismísimo Espíritu Santo.
Desde que nací,
la intención es más grande
que mi fuerza.
Desespera, no abandono
artefacto. Mi esqueleto
navega de medio lado
cual chatarra flota
en el universo,
mas evito escándalo
en el paladar
de comida barata
de la Literatura cubana.
Contrariada del desastre
planto laboratorio en el reverso
no fotografiado
de la montaña,
en general quiero sexo,
pero finjo dormir profundo.
No hay remiendo
para costurón herido,
da igual, ¿a quién
importa si confieso,
que te necesito?
Germina geranios
mientras trituro
cristal de ojo.
Sacrifícate, inútil,
gasto palabras y solo
obtengo un pomo de polen.
Chapoteo el cromosoma
divergente: no grupo,
no ateo emancipado en
la insalubridad
del refectorio moral,
solo a ti imploro:
entra, golpea,
niégame tres veces,
fragméntame.
Es la hora, comienza
el dulce Apocalipsis,
sucumbo.
Fue un placer
no parecerme,
no identificarme
con- ti- ¡go!
Si te salvas,
sube al tiovivo y gira,
gira
con los muertos.
Del poemario Dulce Apocalipsis