Viajé con mis padres acompañando a mi hermana a emprender la historia que cambió su vida para siempre. También la de toda la familia.
Fue muy triste para mí la despedida. Cuando subimos al auto contuve las lágrimas, que me produjo esa impensada separación, y sobre todo por mis padres, en un enorme esfuerzo por restar angustia a la que, desde que conocieron la noticia, sienten profundamente.
Cada vez que se hablaba del tema, recordar la experiencia me provocaba un nudo en la garganta y el llanto era inevitable, no podía hablar.
Un día, años después, pude ponerlo en palabras. Escribí un poema, lo leí para mí en voz alta, y sentí sanar mi alma herida.
Con el tiempo comenté el hecho con un amigo, quien me desafió con una frase para que la utilizara de inspiración y escribiera algo; esto fue el inicio, descubrí una incipiente inclinación por la escritura. Así comenzó una nueva etapa en mi vida.
Por momentos, pareció que se me dificultaba, como si ya no supiera sobre qué escribir, y comenzó a preocuparme.
Muchas cosas pasaron por mi mente, hasta que intuí que, a la inspiración, hay que convocarla, escucharla y ofrecerle el espacio necesario para que deje su siesta y se atreva a invadirme.
Busqué una comunidad que me aportó nuevos elementos y volví a sentirme yo, a recuperar mi proyecto de escuchar, compartir aprendizajes y experiencias a través de la escritura, seguir el cauce que me permite acompañar a quien quiera leerme y escucharme, y así seguir viendo una hermosa luz en el horizonte.
Miriam Venezia
19/05/2024