Cabalgamos días sin descansar,
camellos desbocados sobre las dunas de amor y dolor,
dando y quitando sueños efímeros,
riendo con lágrimas en los ojos,
domando el tiempo implacable,
cielo ardiente como víboras nocturnas.
De las dunas leves que el viento agita
desciende el sopor que invita a soñar.
un prado de verde esperanza, en medio de esta llama
donde cantan las aves, rincón de alborotada pasión
En el vaivén de la montura, sin ataduras,
la melancolía se viste de sombras,
susurra al alma en susurros mudos,
palabras que agitan la penumbra,
aves migratorias sin cadenas, libres en su vuelo.
Durante muchas noches de pasión y deseo,
nada se escuchaba sino el látigo en su aleteo,
el forcejeo del alma en este rito intenso,
quejidos al viento, susurros en silencio.
Los cuerpos brillan como mausoleos de mármol
jugando al placer de la locura,
aleteando con fuerza en la doma de los sueños,
desbocados en la aurora, el amor nos domina,
nos roba y nos devora.
Riendo y llorando en esta oleada de festejos,
deteniendo el tiempo, exacerbando la pasión
ardiendo en llamas, en la furia del deseo,
como tigres en celo, en esta sabana
soy presa de tu deseo que me lleva al abismo
donde cada beso tuyo es el paraíso
que soñamos tú y yo.
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