Tal vez las cosas no son como uno cree, quizás el hecho de no parar nos impide hacer una reflexión profunda de lo que nos invade, más allá del paso del día ocurren cosas, situaciones más profundas que no vemos venir o qué realmente no sabíamos qué estaban allí, ocurriendo tan fuerte en lo profundo de nuestras emociones, y de pronto un movimiento pequeño genera una revolución inesperada e incalculable, tan grande que se siente como todo nuestro cuerpo se niegan a continuar como los otros días.
Es difícil de describir lo que ocurre, cuando ni siquiera somos capaces de tener claro qué pasa en nuestro interior, cuando no hemos dimensionado la profundidad de una serie de sucesos que día tras día nos llenan de pequeñas pero significativa felicidad y de pronto sientes que aquello se termina, y se termina por la propia inacción de nuestro egocentrismo que nos convierte en un ser perfectamente capaz de ser amado y odiado a la vez.
Sin embargo aprendimos que más allá de nuestro propio bienestar debemos mirar también a la persona que nos ha dado tanta felicidad y lejos de convertir la propia angustia en algo capaz de salpicar a quién tanto queremos, debemos ser la persona que esté más feliz que todos por la felicidad de quién tanto amor nos hace sentir
Para la persona que he admirado infinitamente desde hace mucho tiempo, para él, quien me hizo sentir nuevamente.