“El trazo de la ignorancia vestida de pañales. Inocente criatura”, ¿Qué puedo yo indagar en esa sugerencia que me dejas sin aparente sentido, o en esos ojos dulces de ébano que me hacen sentirme tan sosegado? ¿Qué rebusca esa cabeza repleta ya de tanta sabiduría? ¿Acaso piensas que ya no volverán las sonajas a declamar nanas de arroz y suspiros de lentejas? ¿Acaso temes que no haya más horizontes literarios que los que te demarcan ahora tu poca experiencia de rapsoda?
Te aseguro que encontrarás muchos romances urdidos en tu memoria, para cantar y perderte en el ciclo de las hechiceras de Nereo. Pero para que eso ocurra, no le temas a la ignorancia, déjate llevar de vez en cuando a la edad de las muñequitas de plástico, las figurillas de papel y los pitones de cristal.
Te aseguro que regresarán con asiduidad los susurros de los juegos infantiles para darte frases de cereza, de romero y de albahaca. Probablemente tú aún recuerdas con minuciosidad las brisas del patio de tu escuela, y los trazos de banderola que mostraban los ramajes de los setos entre tus arrebatos del invierno y las emociones de tus primeros cuadernos de poesía. Por eso, siendo así, tan bohemia como yo, tan nigromante de mis pensamientos y con esa sonrisilla de mestala con la que tú me obsequias, ¿cómo no voy a buscar yo también tu secreto en la luna, cuando la bruma imaginaria de tus manos traspasa incluso los muros de mi angustia para calmar mi desaliento?
Mariano Martínez Luque