La carta…
En el sobre hay una carta,
tiene, una declaración;
leedla muy despacito,
muy despacito_ por Dios.
Mi nombre_ qué más da el nombre,
si escrito debe quedar
entre poesía y verso
para poderlos cantar
acordándose del nombre
los que lo quieran honrar.
Soy de tierra marinera
cerquita de una ribera
de un río que llega al mar,
donde me dieron la vida
bautizándome con sal,
entre la arena y la espuma
que baña su litoral.
Mezclándose el agua clara
va bajando por el río
por recodos escondidos
hasta llegar a la mar,
de blanca espuma se llena
la fina arena de playa
donde las olas terminan.
Envuelto en mares de viento,
volando en olas del mar,
llegaron mis sentimientos
cual aves en su volar,
por el azul de ese cielo
de una bahía de sal
que roba mis pensamientos.
Formando letras de cuento
entre verso y poesía,
me asomé por la bahía
cual remolino de viento.
Cargado de fantasías
siempre con mis pensamientos
como lucero en la noche
brillando de madrugada,
o cuál sol de la alborada
enncendiendo sentimientos.
“Pensamiento”
¡Qué tengo en el pensamiento
que no me deja vivir
las letras que llevo dentro!.
Que bañan la tierra mía,
donde un día me trajeron
a la plena luz del día
un frío mes de febrero,
dándole luz a mi vida
éste puerto marinero,
de El Puerto Santa María.
Fui creciendo cada día
muy cerquita de la mar
donde empezaba a jugar
juegos de primera infancia.
Las redes mi padre hacía
cuál modisto sus vestidos
que mujer halla tenido
para poderse lucir,
sabiendo bien transmitir
elegancia y fantasía.
En ellas yo fui aprendiendo
sabiendo de vendavales,
jugando con los corales
en tanto yo iba creciendo;
castillitos iba haciendo
en la orilla de la mar,
donde aprendí a disfrutar
igual que muchos chiquillos
y también sufrir las olas
que tiraban los castillos.
Sin pensar que era un chiquillo
a la mar me quise hacer,
con sueños de amanecer
para buscar mis castillos.
Como simple azucarillo
quedo tirado en la arena
embargándome la pena,
porque las olas del mar
derribaron sin pesar,
de un chiquillo, su castillo.
Quería ser, cual velero
entre las olas del mar,
y ponerme a navegar
para ver el mundo entero.
Por ser lo que yo prefiero
no he dejado de pensar,
hacerme siempre a la mar
poniendo una blanca vela
a ver si el viento me lleva
donde me quiera llevar.
Eran mis sueños de niño
levantados con arena,
el mar no supo de pena
ni tampoco de cariño;
No le pude hacer un guiño
para que no lo tirara,
le pedí que lo dejara
pero la espalda me dio
y de todo se olvidó,
hasta las penas de un niño.
José Ares Mateos (Menesteo)