Con la vida fluyendo tan de prisa
no me aferro al latir del sufrimiento
ni me quedo sumido en el lamento
que me deje colgando en la cornisa.
Yo prefiero vivir con la premisa
de observar lo que venga, y al momento,
alejarme de todo sentimiento
que reprima el nacer de una sonrisa.
Y confieso, lo digo con franqueza,
que no cargo añoranzas —no, ninguna—
ni ansiedad que me ronde en la cabeza;
la nostalgia, si llega inoportuna,
la destierro, al igual que a mi tristeza,
en el lado sombrío de la luna.