Ella va dejando trocitos de su cuerpo en cada cama es un juego de las noches que pierde, para creer que gana.
Ella llora cuándo nadie puede verla y ríe en público mirando al patio de al lado sentada en su butaca.
Ella es carne de musa para poetas desnortados, y musa de carne de sus poemas secretos cuándo sólo el desconcierto la respeta.
Ella sólo puede coquetear con la tragedia y no se rinde cuándo la soledad ataca.
Colecciona desengaños y los clava en su almohada para que le canten mientras duerme sola ésa historia de amor triste que esperaba.
Por miedo a que el olvido la lastime, ella va olvidando de costado y el olvido ya la hiere, pero ella aún no se ha enterado.
Esa cenicienta que a veces se emborracha para ponerle su cara a un príncipe cualquiera que se convierta en calabaza a las seis de la mañana.
Esa muchacha que llama a quién no debe, y que le cuelga las llamadas, a quién la quiere, que lava sus penas en los bares y tiende su corazón en las ventanas.
Esa mujer fatal para si misma que fuma para nadie en los espejos, mientras las horas pasan sin tocarla y aquello que soñó queda más lejos.
No intentes protegerla de si misma, de algún modo ella ama esas heridas que no podrás curar, sólo lamerlas.
No quieras cambiarle el argumento ella teje su historia con derrotas que escribe para seguir huyendo.
Por miedo a que la vida la atropelle, ella va tocando la vida de costado, y la vida ya la quiere, pero ella aún no se ha enterado.
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