Más allá del horizonte están tus huellas
que quedaron entre arenas y silencio,
en la playa abandonada de la infancia.
Yo recuerdo aquellos pasos,
silenciosos y menudos,
que tú dabas,
y recuerdo tus cabellos
que la brisa los posaba,
con caricias, en mi cara,
en el paseo.
Fueron tiempos muy bonitos
que vivimos y recuerdo,
pues quedaron los latidos,
de ese tiempo bien latentes,
en mi alma,
que los guarda y los conserva
hasta el presente
en que vuelvo hasta ese sitio,
y al rincón de aquella playa,
para ver si recupero los sentidos,
y las fuerzas,
de una vida que se escapa y que se marcha,
ya cansada y sin preguntas,
por razón de alguna edad.
También buscan hoy mis ojos,
ya cansados, a otros ojos
y a las lindas mariposas,
por si vuelven a volar entre las rosas
y azaleas de la orilla, entre las olas.
También busco aquel aroma, inconfundible,
del salitre y de las algas,
que allí vimos tantos días,
en los ratos y momentos,
de las tardes que mirábamos al mar y al horizonte,
despidiendo al tibio sol, que perezoso,
iniciaba su regreso
al abrigo de la noche y de las sombras.
...Más allá del horizonte estaba un mundo
que describo en estas letras,
y también la poesía de la vida,
que gritaba y animaba con tu nombre,
y con el mío,
a los sentidos
y que hacía estremecer, y renacer,
a las dos almas juveniles
que crecían con nosotros.
Yo te amaba, y tú me amabas,
y lo sabes y sabías,
porque así lo compartimos
con susurros y suspiros...
...Y hoy te amo, como entonces,
a pesar de la distancia
y del tiempo transcurrido.
\"Sin palabras\", me dijiste,
y con un beso respondí,
y cerré tus labios, temblorosos,
en la tarde de aquel día,
para luego sumergirme en el silencio
y en la niebla de la noche.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/05/24