Miraba la enredadera,
aquella que más amaba
cantando lo que anhelaba,
a mi serrana ladera.
Floreciente en primavera,
llegaste como un romano
sin armadura y pagano,
te quise como mi amante
perfumado y delirante,
una noche de verano.
Te pido lo que más quiero,
dulce amor mi preferido
dame tu noche y tu herido
corazón en el que muero.
El amor al que venero,
donde fundo mi locura
con tu beso en mi cintura,
aquel que tú me pediste
cuando todo me lo diste,
me abandono a la aventura.
¿Quién me trae tu existencia?
¿quién sabe de ti mi suerte?
Que estoy viviendo sin verte,
complacida de tu esencia.
Voy muriendo en tu presencia
renaciendo con ardores,
con pasión y sin pudores
se lucen nuestras estrellas
en tu cielo las más bellas
con placeres y dulzores.