el brujo de letziaga

El tren verde.

El tren verde arranca lentamente
de la estación de un pequeño pueblo
donde sus callejuelas están vacías de gente.

 

¡Qué frío hace afuera!... Es crudo invierno
Cuando hemos dejado atrás la última farola de la estrada
vacilante con su luz intermitente.

 

La máquina de vapor va disparando al aire
fuertes volutas de humo
entre la floresta melancólica y nevada.

 

Nieva y nieva... y los copos se estrellan contra el vidrio
¡El paisaje es tan romántico, tan lírico!
En éste vagón lento del llano blanco
que la flauta del viento hace de remanso
para mi mente soñadora.

 

Veo a una joven muy abrigada con su bicicleta
¡Qué bella es!
echando humo por la boca
y nos dice adiós con su mano derecha
¡Seguro que está deseando sentir éste traqueteo
aquí adentro!

 

Enfrente, viaja una mujer a la que contemplo,
hace punto con su madeja,
tiene años que huelen a versos viejos
de mil noches de amores con abriles de plata,
cuando su corazón era una bella luna
en agua de arroyo.

 

 

 

 

 

Más al fondo juegan unas niñas
con sus caritas de nieve vestidas de blanco,
que consiguen despertar en los jardines de mi alma
recuerdos de antaño con violines de viena
besando a una novia enamorada.

 

El tren pasa y pasa... sobre la nieve blanca
Es verde,
como verdes son,
los pinos y abetos que rodean los caseríos
¡Tan solitarios ellos!
y que tienen el encanto y la magia
de las cosas de siempre.

 

Ya frena pausadamente la locomotora
entre la niebla,
tan difusa e indefinida.

 

En breve tiempo,
se detiene su marcha seductora,
en los verdores de una acuarela imaginaría
con blancura de nevisca.

 

Ahora sé...
Qué mi sueño acaba de terminar,
casi sin comenzar.