Los disgustos, el agobio,
me los hago yo
cada noche que me pongo
y hago eterno este trastorno
tan obvio en los destrozos
de mi alma alrededor,
en los rostros tenebrosos
que no son sólo ficción
a pesar del desengaño
de los años anteriores
a que entrara aquí sin código
y corte la hipnosis,
sin pretensiones salvo el hoy
hacer que imploren su letargo
y pronta ya extinción
para goce de los dioses
en lo alto.