Alexandra Quintanilla

10:14

El cigarrillo se esfuma en mis manos.
Y en su ausencia las piernas me tiemblan.
La música hace un eco inexplicable mientras en mis pensamientos me mermo.
Ya no es amena la tarde.
Y las noches son frías conceptualizaciones irreales.
Preguntas inmensas rebotan en este espacio solitario que parece purgatorio porque no está su presencia y su silueta se escabulle por la ventana.
Porque resulta que en ocasiones, los prejuicios nos atan las ganas.
Y los miedos asfixian futuros amores.
Porque, el por qué de no volver a pasar futuras transgresiones en una psique que antes tenía flores y faunas me atan.
Y ahora no se hace más que llorar por dentro de una lóbrega alma que antes era blanda.
La muerte de inocencias pasadas.
El miedo a perder las que aún mi ser aguarda.
El humo del cigarrillo ya ha desaparecido y, el sonido de la música ya cambió su frecuencia, y yo aún sigo preguntándome:
¿Por qué el mundo se encarga de destruir sueños grandes de infantes que aspiraban a cambiar el mundo a punta de verso y papel?
¿Por qué los corroe hasta que no queda más que adultos inconformes con vacios que no hacen que no entiendan lo que quieren si antes querían tanto?
Tal vez sea pecado haber nacido con tantas aspiraciones.
La realidad siempre termina matando a la expectativa.