Andiuz

OJO DE BUEY

 

 

Los ojos que me miran van cambiando

aunque siempre se sientan en el mismo

banco o en la misma silla, van cambiando...

incluso en el momento que están quietos

sus ojos y sus cuerpos se transforman...

A veces me despiertan del letargo,

me recuerdan la vida con su canto,

me deslumbran la vista con su luz...

Pasan cada año alumnos educados

que respetan, atienden y preguntan,

que se esfuerzan, que estudian y que aprenden...

aunque algunos no tanto, algo rebeldes,

le han cogido a la vida ya la vuelta

y no aguantan una hora en el pupitre

Y cada año que llega me enseña algo:

en sus rostros se ve espontaneidad

y unas profundas ganas de vivir,

irradian un aroma de frescura...

En el jardín azul del jardinero,

soy el ojo de buey por el que miran,

soy el ojo de buey que los cultiva,

y soy sólo testigo de lo que veo:

caras nuevas cada año en primavera...

Y con el tiempo van cambiando tanto...

que si te los encuentras ya son otros...

Les viste sonreír y entristecerse,

ser una hebra de luces irisadas

al dictado del flujo que ilumina

desde el ojo de buey sus almas blancas...

Ojo de buey, cansado y sin dormir;

ojo de buey, esperanza y porvenir...

Yo he sido agua del río y ahora puente;

como agua navegué corriente abajo,

atravesé los arcos de los puentes,

me golpeé cayendo de cascadas,

sorteé los peligros de las rocas,

disfruté de la calma en las vaguadas,

y me fui convirtiendo en un pontón,

en un pontón vetusto, firme y sólido.

Cierto que el privilegio de la vista

no lo tiene cualquiera: gente joven,

miradas transparentes y frescura,

generaciones nuevas, nueva música,

sentimientos a flor de piel flotando

tal que burbujas ágiles e ingrávidas...

Y yo no quiero herir su transparencia

cuando el agua acaricia mis pilares.

Soy el puente de un río que mira al cielo

y mansamente da las gracias, puente

de la vida al que el río saluda y deja;

Soy un ojo de buey y ellos el altar...

Si alguna vez estuve despistado

y, desapercibido en la corriente,

no encontraste el abono de la ciencia

que se me olvidó echar: perdón te pido...

Te esperaré en la escuela de la vida,

seremos compañeros de batalla

donde seguramente aprenderás

que los fallos que tuve son olvidos

que te enriquecerán en el silencio.