Ha perdido la paz,
los demonios no interrumpen su paso.
El caos revoletea en alas de mariposas,
pero solo en su mente halla su nido.
Desde niño la libertad errada fue un puñal,
dejando un dolor esclavo en su memoria.
El llanto empaña su soledad de niño,
quiebra sus sueños más bellos,
¿Como confiar en su identidad?
Cada escena violenta abre una herida,
tanta que la realidad se vuelve confusa,
sin luz, sin una idea, la solución es un abismo.
¿Cómo hallar la verdad en un abismo?
Camina como un habitante invisible,
entre sombras de noches frías.
La paz le causa dolor, como espectro
emerge, sombrío, lleno de turbación.
Violencia en su sangre y furia en la mirada.
Las farolas como insectos vulnerables.
Sus pasos resuenan, ecos de tempestad,
portador de caos, sembrando su maldad.
En su corazón, un vacío sin fin,
un reflejo de horror, un cruel querubín.
La luna lo observa, con mudo temor,
en la fría noche, su sombra es pánico,
su vulnerabilidad, violencia esclava.
En la oscura noche, las heridas se abren
las estrellas, ya no son sueños,
solo huellas perdidas.
Detrás de un árbol, la violencia se esconde,
como un animal carnívoro ataca, no hay luna.
Todo parece invisible, pero forma una realidad.
La sociedad cansada ya no percibe el dolor.
¿Y los habitantes de la ciudad, dónde están?