Me duele el alma,
el ala de tu sombrero.
Me duele tus caderas
y el diámetro de tu cuello.
Me duele tu espalda
que se rompe en dos olas
y el ocaso de tus piernas
en un abanico de dedos.
Me duele tu sombra
que se arrastra por el suelo,
el golpe de tus zapatos
que marca cada momento.
Me duelen tus duras manos
de pinos en invierno
y tus hombros que dejan
boquiabierto mis deseos.
Me duele tu mirada
que corta la hoja del silencio,
tu risa emblanquecida
por una parada de luceros.
Me duele tu piel desnuda
que mueve mi universo
y tu boca ensangrentada,
mordida con mis deseos.