Tú llegas con la noche
derramando luz a ciegas,
y con el corazón empapado de otra sangre.
Tú traes el elevado sueño de la flor
en su raíz, del agua en la pendiente,
de cuerpos entregados a otra existencia.
Hoy tan solo eres un vago recuerdo de ti misma.
En ti vivió la noche
con sus ojos de fiero neón,
con su voz arrojada desde lo alto,
con su cielo de dragones petrificados
y estrellas como racimos.
La noche es una quietud preñada de prodigios.
Si te pienso no existes,
pero, aún así, oigo latir tu corazón recién nacido.
Tu sangre es como un río iluminado
que busca el extraño fragor de antiguos ritos.
Pero se va de mí tu aroma,
tu piel parece aire,
tu corazón necesita
un nuevo latido y un paisaje
de palabras y números diferentes,
tu cuerpo trae un largo cansancio,
de huesos y de carne todavía,
que no quiere seguir.
Aún quedan unas horas vacías
en el recuerdo de las nubes.