Ivette Urroz

Sobre tálamos desgarrados

Sobre tálamos desgarrados,


plumas de la obsesión centrípetas


desprendidas del vuelo pitagórico del tiempo,


mi pluma pensativa danza a ras del cielo—


como una ley monástica eterna


del caravasar de los trotamundos.


Aunque mis manos se entierran etéreamente,


mi alma envuelve el zurrón de perfiles virtuales


preparada para el éxodo indiscutiblemente fiero.


¿No dicta acaso la prudencia mi paso en giro malogrado?


Mis huesos de marfil, fraguados en el yunque de la vida,


recogen el polvo dulce de la creación en Do mayor


en las esquirlas de dolor sin aura comprometidas


que un día sostuvieron tu descanso;


¿Es acaso cuando mi soledad se funde como


dentro de la fotosíntesis tornasoladamente ardua, en mí?


reluctante, apasionada, imaginada y silente a brotar


para que mis ojos la reciban calmadamente emancipada,


y me sacudan las entrañas como brisa sin clemencia.


¡Oh, duelo aristotélico, fluye en el timonel del infinito


como el magma lento en suprema encrucijada!


por cavernas desdeñadas ocultas de mi luminoso ser.


¡Qué magistralmente se han entrecortado los hilos,


manipulados desde la sombra de manera anhelada!


Solo me resta, me suma, me responde que en cada


amanecer, me levanto


y sello el paso hacia la luz precavida de rayos inciertos.