Mi esperanza es cíclica.
Hiende más el óptimo
que el pésimo
en los vericuetos sentimientos
que no deja de roer
el tiempo
hacia mi pecho,
a lo que siempre
queda atrás
cuando nos incorporamos.
Lo que me acompaña
jamás al horizonte
es mi in-fatigada mirada
de niño, de viejo.
Sobre el tiempo
que todo lo deja atrás
se clavarán diez miradas,
por una en la distancia,
cien, mil...
¡Horizonte, horizonte!
¡Aquí me tienes!:
Te diré con mi risa
inconclusa,
alcanzándote
con la mirada
sin alcanzarte.
Tú eres
la inaccesible meta,
cada vez más cerca
y a la vez más lejos.
Quemando la carne
se alimenta el fuego
y la esperanza
se acumula en los dolores.
La chispa se ha hecho luz
y es luminoso el sendero.
El tiempo y la distancia
es el paralelo
que borraremos
con lo infinito.
El pueblo
es la primera
línea perpendicular.