A mi padre
Cuando morías, aún, vivía encadenado
y casi muero contigo entre cadenas.
Después fui levantando la cabeza
y un lazo de tristeza nos unía:
ser extranjero como vos,
sin padre como vos,
esperando,
en la próxima muerte,
mi muerte.
Recuerdo tus ojos a mi edad, llenos de fe,
con el brillo de quien espera de la vida,
todo,
el mundo, tu familia, tus hijos por doquier.
Te veo cavilando, solo como una roca, mi destino.
En medio de tus cavilaciones, algo y fragante,
con aquellos aromas del humo y del jazmín,
breves relatos de tu infancia.
Galopando ciego en tus ambiciones descubrí el universo.
Busqué entre las estrellas un trozo de tu cuerpo
y todo era luz.
Palabras de tus palabras
sigo soñando el cuento aquel donde todo era amor.
Aferrado a tu manera de decir las cosas
guardo silencio.