En mi ignorancia supina,
difiero de las teorías
sobre el origen de la vida.
Me asfixian los dizques
cuando los hechos
están a ojos vistas.
Al ver como mutilan
las culturas ancestrales,
me muero de la risa.
Los eminentes científicos,
arqueólogos y religiosos
creen tener la verdad absoluta.
Con su nivel de inteligencia
y sus voces de barítonos,
le hacen coro a lo paradójico.
La existencia es un misterio
por ende: saber a ciencia cierta
es de genios.