Mis ecos son de un ruiseñor que llora
y mis suspiros de paloma triste.
Y es mi dolor desde que tú te fuiste,
lamento hueco de campana insonora.
La mirada que fuera soñadora
hasta el día en que tú me conociste,
fue perdiendo aquel sueño, y ya, no existe
el fuego que del alma se evapora.
Todo tiene su fin y su comienzo.
Hay veces que con duras pinceladas
el pintor da por acabado un lienzo.
¡Caprichos de la vida y del artista
supremo, que en nuestros designios hurga!
Y lima donde sobre alguna arista.