Como si todas las palabras fuesen a alguna parte
y alguna cuestión inevitable se apoderase del tiempo
los adjetivos y los verbos nos inundan en todos los posibles.
Cuánto de real hay de nuestro ser al evocar un nosotros,
cuán fragmentada es la escencia de nuestras almas
en la busqueda del secreto de las miradas
por espacios que abarcan hasta el silencio,
en el definitivo habitar de nuestros pensamientos.
Hasta dónde se extiende la dimensión de nuestros sentidos,
en qué punto empieza a caminar una locura,
si el reloj marca el tiempo de un pálido para siempre,
el desenlace inusitado donde todo pierde su significado.
Y es la muerte donde se acaba todo el tiempo
y ¿qué son entonces estas palabras?
¿A dónde fue lo que nunca pude decir?
¿Dónde se esconden las palabras de tus ojos?