Te quedas solo,
envuelto en un sudario,
bajo el ciprés.
Lloran las nubes,
la clásica garúa,
sobre la aldea.
Hay gran silencio,
que rompen los murmullos,
de las resacas.
Y tú dormido,
en sueño muy profundo,
y sin retorno.
La paz contigo,
te dicen unos labios,
cerca de ti.
Y también lloran,
los ojos que te hablan
y que aún te aman.
Te quedas solo,
amigo y buen amante,
por poco tiempo.
Porque tendrás,
muy pronto compañía,
junto a tu lado.
Y viviremos,
el sueño de la vida
que ambos queremos.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/05/24