El salto de la papa
Creo que la primera visión de un dron la tuvo Luís Vélez de Guevara, escritor andaluz nacido en Écija (1579-1644) cuando escribió el libro \"El Diablo Cojuelo\" en el que narra que con su ayuda (la del diablo) logra que el estudiante de apellido Pérez Zambullo sobrevolara la ciudad de Madrid viendo sus casas sin techo y observando la vida de sus habitantes, cómo vivían, lo que hacían entre las cuatro paredes, lo que hablaban, hasta lo que comían.
Pues bien; ahora tenemos drones que lo observan todo. Supongamos, que tenemos uno (y que lo sepamos manejar) con el programa \"RETRO\" para poder ver en tiempo pasado, y en forma de insecto que se cuelan por cualquier resquicio.
El mío, hoy tiene forma de libélula, lo pongo en marcha y ¡oh sorpresa! me veo con 12 o 13 años saliendo de mi casa por la tarde en dirección a la puerta de la Leonarda, que es una especie de plazoleta donde hay una vieja acacia que su sombra nos cobija.
Allí nos encontramos los amigos del barrio y debatimos a qué vamos a jugar, mi dron-libélula se ha posado en una ramita de la acacia y veo que hemos decidido jugar al salto de la papa, a mí me toca hacer de “burro” (el que aguanta el peso de los que saltan) con dos o tres compañeros más. Estoy el primero con la cabeza junto a la pared de piedra, el primero que le toca saltar lo hace con tanto impulso en el salto que compruebo que la piedra de la pared es más dura que mi cabeza. Oigo un ¡cras! me tocó la cabeza y noto como la sangre corre por mi cara.
Una vecina viene en mi auxilio, me limpia, y con un empaste de vinagre con azúcar ¡qué escozor! me cubre la herida. Al día siguiente casi no puedo peinarme.
Recojo mi dron- libélula hasta otro día que tenga ganas de ver otra historia.
Quedáis invitados a manejar un imaginario dron como queráis para contar historias.
Antonio Reina Moreno 24/09/2018