¿A qué compararte, mi lady?
¿Qué beldad podrías ser?
¡Cómo he de inmortalizarte
en versos \"nuevos\", mujer!
Ya el compararte a una rosa
en un horrendo cliché;
¿pero no son tus dos labios
rosas púrpuras también?
¿No son tus ojos luceros
de apacible anochecer?
¿Y tus dos manos no son
fragantes cual un bouquet?
Son aciertos redundantes
estos símiles, lo sé...
Pero acéptalos, mi lady;
te los dejo aquí a tus pies.