¡Ay, mi dulce amor,
cómo no adorarte!,
que anoche mientras
reposaba en tu regazo,
lo único que pude pensar
fue que sin ti,
mi vida entera
perdería su compás.
¡Ay, cariño,
y cómo no extrañarte!,
cada vez que te vas,
cada vez que te alejas de mí;
porque deseo guardar
tus caricias
justo al nacer en tu piel.
¿Y quién soy yo ahora
para ocultártelo?
Te amaría hasta el fin del tiempo
si fuera posible;
sería yo quien se quede
protegiendo tu descanso
hasta que el sol despierte,
para alejarte del dolor
y de todos sus miedos,
del vacío de la soledad
y de la noche
que lentamente nos envuelve.
Despertar en tus ojos
bajo el abrigo
de nuestras sábanas compartidas,
ofrecerte mi amanecer
cada día de mi vida
y verte sonreír para mí,
al amarnos en cada alborada.