(soneto sáfico puro)
Si la turgencia de tu pecho aflora
la ambivalencia del mordisco al beso,
la dopamina que libera el tieso
y enrojecido coralillo, dora,
la percepción de la empapada flora;
en un oasis de candor travieso.
Y, si al momento penetrara a eso
que se encandila a la bondad de ahora…
Disfrutaría rasguñando al hombre
que la posee en los recodos místicos,
como si fuéramos los versos dísticos
de los poemas que no tienen nombre.
Regocijaos, mi señora, nada
escaparía a la virtud gestada.