Se vació esa cueva que con tu ausencia llenaste.
Nunca estuviste presente, y pocas veces lo intentaste.
Dicen los lobos que fue un accidente,
Mientras aúllan de nuevo, porque solo sabes estar ausente.
Luego de un año y medio veo que sigo marchando;
Un infante cantando, sin encontrar su señal.
Convertí en rutina todas tus tristezas,
Y alegrarte no fue mi destreza; solo me contagiaste.
Me acostumbré a tus palabras de cuchillo.
Sé que no las decías con martillo,
Pero igual se clavaban.
Me acostumbré a mirar de lejos tus vicios.
Me alejé de tus precipicios, por favor, no me uses.
Yo me cansé de la espera a que tu velo cayera
Pero el tiempo no vuelve.
Me acostumbré a la costumbre de odio;
Un día somos y al otro me bajas de tu podio.
Mientras yo aguanté todo lo que hiciste,
A la primera imprudencia, solo desapareciste.
Me acostumbré a bailar en tus pétalos de petunias.
Deslizando mis pies sobre tus hombros a pesar de las injurias
Que de ti siempre decían.
Me acostumbré a ti, a todos tus problemas,
Todos tus traumas y tus dilemas.
Tal parece que acostumbrarme, para ti, no te bastó.