Tu corazón impulsa mi tinta, y tus recuerdos se esbozan en mi mente,
cada trazo escrito por mis latidos, cada trazo.
Te sueño porque en mis sueños permaneces; te veo cada noche en los papiros iluminados por la luna,
testigo silente de innumerables noches como esta.
Me desmorono día a día, anhelando caer en un sueño profundo,
donde tú seas la protagonista y tus caderas, el director de esta obra.
Inclaudicable la manera en que te pienso, inefable la forma en que te amo,
invulnerable mi ego, forjado por tu arrogancia, exaltado y plasmado en mi ser,
cautivo de mi filosofía.
Mi lapicero, poco a poco, se agota de tinta; lentamente, te vuelves irrelevante, y aunque no lo desee, es inevitable.
Como una rosa marchita, solo permanecen tus espinas que coronan mi alma, y tu inaudita y subjetiva razón,
carcome mi existencia.
Un párrafo más y te permitiré ser feliz, porque ahora eres el carmín de alguien más,
eres la rosa de otro rosal.
Y aun así, espero que el polinizador de la esperanza
arribe a mi prado.