(Soneto ingles)
Mis lágrimas traían un recuerdo
al caer las primeras gotas frías,
mi mente divagaba en el acuerdo
del viento con la lluvia, con los días.
Remembranzas, dolores de mi alma,
desfilaban sintiendo aquel relente.
Nublados laberintos, que, sin calma;
paseaban en los grises del torrente.
Las dagas del otrora eran manos,
manos que sujetaban esta boca:
“un no te vayas nunca en los veranos
y un quédate en mi pecho que te invoca”.
Recuerdo que lloré, lloré mi pena,
lloraba por el ave, que es ajena.