Amo ver tus ríos saltar desde la cumbre,
cuyas ondas azotan el lúgubre camino.
No perteneces a mis ojos cansados,
mas aguardo el momento en que a mí llegue tu destino.
Inmóvil, esperando ser sumergido,
donde el todo no puede llenar el vacío.
Amo cuando llueves, amo cuando quemas,
amo tu consuelo en medio de la tormenta.
Salto en tus ramas, acaricio tu raíz y desde la
bóveda eterna tu estrella ilumina mis noches,
mientras los dioses del miedo
se pierden en tu alma incógnita.
Te amo en el más oscuro invierno,
y en el verano seco de la tarde remota.
Amo tus luceros en este otoño huérfano.
Y te espero en la esquiva primavera
con el ansia de volver a ti cada día,
mujer, aunque viva, aunque muera.